jueves, 18 de septiembre de 2008

Lo que no es la razón

   Si el alma es un apéndice del cuerpo, la razón lo es del alma. El sistema nervioso consigue centralizar el control del cuerpo y al software contenido, a la información encerrada en esta red de neuronas yo la llamo alma. La llamada razón es la parte del espíritu que está representada por el lenguaje, que está asociada a símbolos. Es la invención más nueva y menos probada. No es de extrañar entonces que tantas veces traicionemos a nuestros planes. Lo que no es la razón - llamémoslo intuición - no se deja dictar tan fácilmente por ese nuevo tirano que surge con la comunicación simbólica. Tomar a este recién llegado por el centro del alma es un gran error, no digamos ya considerar que ambas cosas (el continente y el contenido) son una sola.

   Pensar es hablarse a uno mismo. La conciencia - despojémosla de su acepción de juez moral - nos permite comunicarnos con nosotros mismos, enlazar de alguna forma la boca y la lengua con el oído y los ojos, enlazar la conducta con la percepción. Todo esto es fantástico y es un bello propósito tratar de potenciarla y expandirla, pero lo que es un pecado contra el propio ser y ha sido largo tiempo un mandamiento es negar, reprimir y encoger la intuición. La intuición tiene todo lo que hemos aprendido sin notarlo durante nuestra vida, quizá durante millones de años si existen los instintos - entendiéndolos como conocimientos heredados e innatos. Hemos de aprender otra vez a escuchar lo que no son palabras ni razón y nos susurra desde dentro.

martes, 16 de septiembre de 2008

Tampoco indeterminismo

  Aunque aceptar el cosmos es demasiado presuntuso, incluso para mí, el indeterminismo no me parece una alternativa. Oir hablar a un psicólogo del libre albedrío me produce sensaciones que, asemejándose mucho, no son náuseas. Por el contrario, la alegría con la que la física cuántica acepta el indeterminismo - sin admitir, sin embargo, que desconocen algún factor - me parece una arrogancia simpática. Cuando las ciencias sociales utilizan la estadística es por su incapacidad para utilizar matemáticas más exáctas. En cambio, cuando la física cuántica usa la probabilidad para predecir el movimiento futuro, eso es porque el universo es así y un dado con muchas caras es tirado para resolver el movimiento de cada partícula que nuestras mejores mentes estudian en sus aceleradores. Quizá las partículas también tengan libre albedrío...¡Ja, ja! O a lo mejor la supuesta libertad humana no es más que otra tirada de dados.

   No ataco aquí a los físicos cuánticos que prefieran leyes estadísticas a quedarse con las manos vacías, sino a todo aquel que defienda el indeterminismo, con el argumento que sea. Aceptar el determinismo y la causalidad no es más que una cuestión de higiene. 

   Que conste que el principio de incertidumbre de Heisenberg - por el que no se pueden observar estas nuevas y pequeñitas particulitas (por ahora, fundamentales) sin "tocarlas" - me parece una bonita patada al "aislamiento" del método experimental. 

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Conceptos complementarios

   No recuerdo qué griego describía al universo como una lucha constante entre contrarios que se mezclan y generan con sus choques de espadas esas chispas que nosotros podemos percibir y a partir de las cuales definimos lo que llamamos realidad. En general, los conceptos opuestos son muy comunes en las culturas humanas. Tratemos de explicar esto sin pretender reducir ni acotar al todo y quizá aprendamos algo sobre nosotros, sobre los que observan, sobre las almas.
   Por un lado, siempre dividimos las cosas complejas para abarcarlas. La naturaleza, difícil de entender, no deja de sufrir los ataques de nuestra arma más seccionadora: la teoría de conjuntos. Pero, por otro, no existen en el mundo los sistemas cerrados, todo interactúa con su entorno, todo aparece y desaparece, todo fluye: esas partes en las que troceamos al infinito no existen, no hay filo que corte ese oceano. Sin embargo, ese bisturí que son nuestros sentidos no distingue y es ciego si no hay fronteras, sin separación, sin desunión.
  Pues bien, los contrarios son mitades del tajo más simple y más abstracto, que es la bisección: por un lado lo bueno y para el otro lo malo, aquí el orden y allá el caos, arriba la vida y abajo la muerte, esto lo blanco y aquello lo negro...Pero con amputaciones tan toscas sólo se puede cortar por lo sano, y sólo nos quedan tonos de grises. Porque estos llamados opuestos son tan extremos que no hay entidad que contenga sólo a uno de ellos, y lo que le falta a cada cosa de uno lo tiene del otro. Las dos mitades se complementan y se vuelve a tener el infinito, sólo uno, íntegro y listo para volver a ser cercenado, mutilado, inciso, partido: para volver a ser observado, percibido, pensado.

Ciencia e ingeniería

   La ciencia trata de poder predecir fenómenos en la naturaleza a partir de leyes lo más simples y formales que sea posible, por eso las matemáticas son su lenguaje preferido. Se acumulan datos y experiencias para poder ordenar jerárquicamente las leyes y sistemas propuestos en función de cuántos hechos puede explicar cada uno y así tener un criterio con el que desechar unas teorias y aceptar otras.

   Entre la ciencia y la ingeniería está el fin (o los fines). Con las leyes de la ciencia se construyen métodos que nos dictan cómo actuar en el universo para obtener un fin determinado. Estos métodos componen la ingeniería.

   De esta forma, no es necesario aceptar al mundo como un cosmos - que se rija por unas leyes universales - para construir una ciencia, pues la ingeniería misma justifica la existencia (o la creación, si se prefiere) de la ciencia. Dicho de otro modo, que el universo no se rija por leyes (y menos por las que nosotros tomamos por ciertas) no es razón suficiente para que dejemos de aceptarlas: somos deterministas por necesidad.

lunes, 8 de septiembre de 2008

No del todo escéptico

   Si existiese alguien completamente escéptico, esa persona no tendría motivo alguno para actuar en ninguna circunstancia. ¿Cómo podría saber que su estómago dejará de sonar y de pedirle cuando lo llene con algún alimento? ¿Para qué cultivar nada sin la certeza de que mañana saldrá el sol? ¿Qué sentido tiene esquivar la espada del soldado que te ataca si nada te asegura que su filo puede atravesar tu cuello, ni que - de atravesarlo - esto produciría la muerte o siquiera daño alguno? Si existiese alguien completamente escéptico, no querríamos ser como él.

   Otra cosa diferente es aceptar que el universo es infinitamente grande y complejo. Si no lo hacemos - sea cual sea el tamaño y complejidad que le otorguemos - corremos el gran riesgo, al realizar nuestra estimación, de errar a la baja, de quedarnos cortos. Si lo aceptamos infinito, sólo podremos equivocarnos a la alza, sólo podremos pasarnos. De esta manera, si un día descubrimos nuestro error, será una gran noticia.

Lógicamente, panteísta

   Algunos racionalistas aseguran haber deducido la existencia de Dios. Yo diría que apenas lo han definido. Si tomamos como ejemplo la vía tomista de la causalidad - todo tiene una causa, luego si continuamos recursivamente hacia atrás, debe existir una causa primera que es Dios -, lo que obtenemos es la definición de Dios como la causa primera. Dejemos de lado que la primera proposición se contradice con el consecuente porque se afirma que hay algo que no tiene causa, Dios (aunque nos dirán que esto se puede resolver con el absurdo de que es causa de sí mismo). Ignoremos que si el tiempo es infinito (o circular) no es necesaria una causa primera y también que el mismo concepto de causa-efecto, como nos muestra Nietzsche, es criticable.  A mí, más que una deducción o una demostración, me parecen dos hipótesis y una definición.

   Puesto que Dios es algo a lo que deberíamos adorar, estimo más oportuna una definición como la que sigue: Dios es lo más grande. Partiendo de esto, hemos de concluir que Dios es "el todo". Si, por ejemplo, existiese Yahvé tal y como es descrito en el antiguo testamento, éste no puede ser Dios porque el conjunto formado por el creador y su creación es más grande que el propio Yahvé. Se puede discrepar, no obstante, en que haya que adorar a lo más grande. Si, por algún motivo, preferimos adorar - por ejemplo - a la vida, se hace necesario demostrar que todo está vivo para continuar siendo panteísta. Esta demostración dependería, en último término, de nuestra definición de vida.